HAIL holy light, offspring of Heav’n first-born,
Or of th’ Eternal Coeternal beam
May I express thee unblam’d? since God is light,
And never but in unapproachèd light
Dwelt from Eternitie, dwelt then in thee, 
Bright effluence of bright essence increate.
John Milton, Paradise Lost
La luz es el primer animal visible de lo invisible.
José Lezama Lima
La teoría de la relatividad de Einstein 
sostiene que el tiempo es un fenómeno interrelacionado con el movimiento
 y la posición de un sistema de referencia, es relativo. No existe el tiempo como un ente abstracto independiente, existe el espaciotiempo, un continuum integral que funge como la arena o el acuario donde ocurre el universo.
La relatividad del tiempo produce 
efectos paradójicos como el famoso caso teórico de los dos gemelos que 
viven en la Tierra. Uno de los hermanos viaja en una nave por el cosmos a
 una velocidad cercana a la de la luz y regresa a la Tierra. Cuando el 
gemelo astronauta se encuentra con su  gemelo descubre que su hermano ha
 envejecido más que él . Esto sucede porque una vez que algo se acerca a
 la velocidad de la luz el tiempo se vuelve más lento. Y a la velocidad 
de la luz el tiempo simplemente deja de correr.
Desde la perspectiva de un fotón, es 
emitido y reabsorbido en el mismo instante. Esto es igual para un fotón 
emitido en el núcleo del Sol,  que puede ser reabsorbido al cruzar 
apenas un milímetro de distancia, o para un fotón que ha viajado 13 mil 
millones de años, desde la superficie de una de las primeras estrellas 
del universo, y entra en contacto con un cuerpo. Pero como el tiempo y 
el espacio son  dos aspectos de lo mismo, para un fotón tampoco existe 
la distancia, por lo cual sigue estando en esa primera estrella o sigue 
estando en el Sol a la vez que entra a tus ojos (y entonces tus ojos 
están en el Sol). Un único e inmenso instante inseparable es todo el 
universo para la luz.
Platón definió el tiempo como la “imagen
 en movimiento de la eternidad”; el universo como una película 
arquetípica que se proyecta a través de la luz. Y si alguien pudiera ser
 solo luz o la luz fuera consciente de sí misma, entonces percibiría 
todas las cosas sucediendo al mismo tiempo, desde todos los ángulos, vería toda la película en un fotograma.
Pero curiosa o místicamente resulta que 
nosotros estamos hechos de luz —o quizás sería más apropiado decir que 
la luz es la que nos hace  a nosotros. En 1920 el embriólogo ruso 
Alexander Gurwitsch descubrió que los seres vivos emiten fotones 
“ultra-débiles” dentro del espectro ultravioleta. Gurwitsch los llamó 
“rayos mitogénicos”, ya que creía que estos fotones tenían un papel 
importante en la división celular del campo morfogenético, es decir, en 
el desarrollo de la estructura morfológica de un ser vivo.
En la década de los 70 el profesor Fritz
 Albert Popp descubrió que esta emisión de luz, a la que llamó 
biofotones, se presentaba en un rango de entre 200 y 800 nm y que 
exhibía un patrón periódico y coherente. Popp teorizó que los biofotones
 son producidos por el ADN en el núcleo de las células. Esto fue 
demostrado en los años ochenta, como relata el Dr. Jeremy Narby en su 
libro The Cosmic Serpent:
«Como el axis mundi de las 
tradiciones chamánicas, el ADN tiene una forma de escalera torcida (o 
una viña); de acuerdo a mi hipótesis, el ADN era, como el axis mundi,
 la fuente del conocimiento y las visiones chamánicas. Para estar seguro
 tenía que entender cómo el ADN podía transmitir información visual. 
Sabía que emitía fotones, que son ondas elctromagnéticas, y me acordé de
 lo que Carlos Perez Shuma me había dicho cuando comparó a los espíritus
 con ‘ondas de radio’. Una vez que prendes la radio, las puedes 
sintonizar. Es lo mismo con los espíritus; con la ayahuasca los puedes 
ver y escuchar. Así que investigue la literatura sobre fotones de origen
 biológico [...]».
Narby, que en el libro citado fórmula la
 hipótesis de que el ADN es la serpiente que aparece con frecuencia en 
los mitos de creación de diferentes culturas, cree que el ADN contiene 
 un tipo de láser holográfico:
«De acuerdo a los investigadores que los
 midieron[...] [los biofotones] tienen un alto nivel de coherencia, 
comparables con campos técnicos (láser). 
»Llegué a entender que en una fuente 
coherente de luz, la cantidad de fotones emitidos puede variar, pero el 
intervalo permanece constante. El ADN emite fotones con tal regularidad 
que los investigadores comparan el fenómeno con un ‘láser ultra-débil’.
»Le pregunte a mi amigo experto, quien 
me explicó: ‘Una fuente coherente de luz, como un láser, da la sensación
 de colores brillantes, una luminiscencia, y una impresión de 
profundidad holográfica’».
Narby considera que las alucinaciones y 
visiones de sanación que experimentan los chamanes son provocadas por la
 emisión coherente de biofotones del ADN que ocurre cuando las plantas 
que contienen DMT  activan ciertos receptores en cerebro.«Esta es la 
fuente del conocimiento: el ADN, viviendo en el agua y emitiendo 
fotones, como un dragón acuático escupiendo fuego».
Esta transmisión de biofotones que en el
 caso anterior parece ser responsable de transmitir imágenes —a través 
de los cuales los chamanes obtienen conocimientos o son usadas para 
sanar— posiblemente también sea el sistema por el cual se comunican las 
células  y se difunde la información contenida en el ADN a través de 
todo un organismo.
En 1974  el Dr. V.P. Kaznacheyev anunció que había detectado comunicación intracelular a través de estos fotones biológicos.
 Fritz Albert Popp desarrolló una máquina para medir las emisiones de 
biofotones y  descubrió que los pacientes que tenían cáncer habían 
perdido sus ritmos naturales y su coherencia. En cierta forma sus líneas
 de comunicación se habían obstruido.
Recientemente el premio Nobel de medicina Luc Montagnier encontró
 “una nueva propiedad de ADN M. pirum: la emisión de ondas de baja 
frecuencia en algunas diluciones de agua  que  se extendió rápidamente a
 otro ADN bacterial y viral”. Montagnier y su equipo sugieren que el ADN
 emite señales electromagnéticas que imprimen la estructura del ADN en 
otras moléculas. En cierta forma esto significa que el ADN se puede 
autoproyectar de una célula a otra, donde se realizan copias, en una 
especie de transmisión cuántica de material genético. Otros estudios 
también sugieren que el ADN exhibe un tipo de comunicación telepática que permite coordinar al instante los programas genéticos.
Aquí es donde el asunto se pone 
interesante. Como sabemos los fotones son partículas que forman 
entrelazamientos cuánticos, son sistemas que no obstante la distancia a 
la que se encuentren reaccionan instantáneamente de manera conjunta. De 
tal forma que, por increíble que parezca, una medición realizada a un 
fotón en Orión tendría un efecto inmediato en un fotón en la Tierra si 
estos se encontraran en un estado de entrelazamiento cuántico. Esto en 
teoría acaba con el concepto de individualidad en lo que respecta a las 
partículas subatómicas, ya que se encuentran inseparablemente ligadas (y
 si consideramos que  todas las cosas están hechas de estas mismas 
partículas prácticamente se aniquila la noción de individuos separados).
 Hablando de la luz es atinado decir que una sola luz es todas las luces
 —todos los fuegos, el fuego— y que estamos interpenetrados de eternidad.
Resulta efectivo y elegante entonces que
 el ADN utilice a los fotones como sistema de comunicación (la luz como 
Logos), precisamente porque esta es la única forma de estar totalmente 
sincronizado, de otra forma, aunque minúsculo, habría un retardo en la 
transmisión de información, lo cual podría significar una falta de 
coordinación operativa en el desarrollo de un programa de vida.
Tal vez no sea casualidad que el 
descubridor de los biofotones, Alexander Gurwitsch, creyera que estas 
emisiones de luz estaban ligadas al desarrollo de estructuras 
morfológicas u órganos al detonar una serie de señales bioquímicas que 
sirven como comandos de bioprogramación. Esta teoría de los campos 
morfogenéticos de Gurwitsch fue reformulada por el biólogo Rupert 
Sheldrake en su teoría de la causación formativa. Sheldrake considera 
que existen campos mórficos —es decir, campos que dan forma, campos de 
in-formación— que organizan y dan estructura a una especie. Estos campos
 operan a través de una resonancia, que se transmite como una onda por 
toda una especie biológica.  El ADN funciona así como una antena que 
emite y  recibe información a distancia y quizás este sistema de 
comunicación solo sea posible a través de un sistema de entrelazamiento 
cuántico, vía la luz. 
Existe otro sistema de comunicación 
cuántica similar: el cerebro humano. En su teoría del principio 
holonómico el neurofísico Karl Pribram sugiere que la memoria no está 
almacenada en las neuronas sino en todo el cerebro, en los patrones de 
interferencia de ondas electromagnéticas, de manera holográfica. Si la 
conciencia es un fenómeno cuántico, como creen  Roger Penrose y Stuart 
Hameroff, es posible que esta esté sustentada en los patrones de 
intercomunicación fotónica: sea un diálogo entre la luz.
“Bajo condiciones normales la conciencia
 ocurre en el nivel fundamental de la geometría del espacio-tiempo 
confinado al cerebro. Pero cuando el metabolismo que conduce la 
coherencia cuántica (en microtúbulos) se pierde, la información cuántica
 se filtra hacia la geometría del espacio-tiempo en el universo como 
totalidad. Siendo holográfica y entrelazada, no se disipa. De ahí que la
 conciencia (o la subconciencia, como la de un sueño) pueda persistir”, 
dice Hameroff.
Si la conciencia es también un sistema 
de entrelazamiento cuántico es posible que su andamiaje, su cableo 
(aunque inalámbrico) sea la luz (el cable del espíritu). Recordemos que 
la luz y la información, como la materia y la energía, son convertibles.
 En cierta forma la luz es el respaldo de la memoria del universo  ya 
que en ella el pasado, el presente y el futuro están ocurriendo en este 
 único momento y por lo tanto son accesibles a través de ella. La 
creación y la destrucción, el Big Bang y el Apocalipsis Universal son, 
al menos para el fotón, aquí y ahora, lo mismo. 
Algunas doctrinas dentro de la filosofía
 oriental consideran que el universo es la manifestación (sueño o 
explosión) de un único ser para experimentarse de todas las formas 
concebibles. Escribe Sri Aurobindo:
«Preguntas cuál es el principio de todo esto:
Y es esto…
La existencia que se multiplicó por sí misma
Por el puro deleite de ser
Y se proyectó en trillones de seres
Para que pudiera encontrarse a sí misma
Innumerablemente».
¿Cómo podría mantener su unidad esta 
existencia que se multiplicó, cómo podría ser uno y muchos a la vez si 
no es a través de las propiedades cuánticas de la luz?  Aunque no 
podamos probar científicamente que la luz es lo que organiza la 
conciencia en el universo —¿la red sináptica de la mente de Dios?— , que
 el fotón tiene una “perspectiva” o que es un pequeño ojo a través del 
cual la divinidad se mira a sí misma, al menos la intuición sugiere que 
es la luz la que comunica y preserva la unidad de todas las cosas.  Y 
quizás la trascendencia espiritual descrita como “la iluminación” por 
distintas culturas sea un fenómeno donde literalmente la luz obtiene 
conciencia de sí misma y percibe su eternidad. 
 
 
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