Vinicio Poblete Tapia (50), hace dos meses, estaba en el living de su casa en La Pintana, cuando entró su hermana Leyla (44). En cosa de segundos, ella sacó un revolver y lo colocó en su cabeza, luego lo cambió y se disparó en el estómago. Cayó desplomada. Minutos antes, Leyla le había dicho a su hermano –pensando que serían sus últimas palabras – “yo no doy más de la vida, no doy más de todo esto… Ellos (el Estado) están jugando con nuestro sufrimiento. No le importamos a nadie”.
En un acto de desesperación, Leyla Poblete quiso poner fin a más de 10 años de lucha incesante por alcanzar justicia. La muerte de su padre, Vinicio Poblete Vilches, ocurrió en el Hospital Sótero del Río, el 7 de febrero del 2001, y hasta el día de hoy, se desconoce el motivo de su deceso. Pese a sus ruegos y peticiones los directivos del Hospital nunca quisieron darle una respuesta. “Todo esto ha pasado porque somos pobres. Por ser pobres se nos negó el derecho a la justicia, por ser pobres las autoridades del Estado nunca nos escucharon”, afirma Vinicio Poblete (hijo).
Buscando justicia
Durante todo este tiempo, la familia Poblete Tapia ha presentado dos querellas criminales por homicidio, una el 2001 y otra el 2005. Pero el Primer Juzgado de Letras de Puente Alto sobreseyó el caso. En dos oportunidades. La última fue en junio del 2008, a la espera –se dijo- de nuevos antecedentes. Hoy, el caso está en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), donde fue declarado admisible el 2009: llevan más de un año intentando alcanzar una “solución amistosa” con el Estado de Chile.
En noviembre del 2009 el Estado, a través de la Dirección de Derechos Humanos de la Cancillería, ofreció a la familia Poblete Tapia una indemnización de $40 mil dólares que nunca se concretó. Hace dos semanas, “se nos ha señalado que el Estado no está en condiciones, ni siquiera, de ratificar el planteamiento que hizo en noviembre. Lo que significa llevar esto a un punto muerto”, asegura el abogado Sergio Espejo, quien lleva la causa en representación de la familia. El dramático caso es uno de los trabajos probono del jurista, quien advierte la díficil situación de sus representados. “Si nosotros no tenemos una respuesta pronta, declararemos finalizado el proceso de negociación. Es gente cuyo estado de salud no permite postergar mucho más este trámite”, dice.
Vidas contra el tiempo
“Con la muerte de mi papá destruyeron a mi familia”, explica Vinicio Poblete, recordando que desde ese momento una seguidilla de enfermedades y tragedias familiares invadieron sus vidas. “Mi mamá cayó en depresión y le vino cáncer. Nada la pudo sacar adelante… vivía llorando porque no hay justicia en Chile”, afirma.
Blanca Tapia murió el 2003, esperando esclarecer la muerte de su esposo. Dejó en su casa a tres de sus cuatro hijos: Vinicio, que hoy tiene tres tumores creciendo en su garganta y uno en su pulmón; Leyla que sigue hospitalizada tras su intento de suicidio; y Gonzalo (28), que sufre un retraso mental severo, paraplejia, cifolordosis severa (una desviación progresiva de la columna), malformación congénita y estravismo convergente. Vinicio y Leyla nunca se casaron y hoy deben cuidar a su hermano. Ambos tienen depresión y el llanto es algo cotidiano. Para colmo, en abril del año pasado se incendió la casa donde vivían juntos. Lo perdieron practicamente todo. La foto del siniestro es una mezcla de maderas carbonizadas y enseres derretidos por el fuego.
Leyla Poblete se debate entre la vida y la muerte en la Clínica Dávila. Como su familia ya no confía en la salud pública, su hermano, Vinicio, optó por llevarla a ese recinto privado y firmó un pagaré hace más de un mes para mantenerla hospitalizada. No sabe cómo pagará aquella cuenta. Hoy pasa el día cuidando de su hermano “Gonzalito”, visitando a su hermana y manteniéndose al tanto del caso. “Hemos tenido que sacrificar nuestra felicidad… vivimos preocupados sólo del caso”, afirma Poblete, quien ha postergado todo tipo de tratamiento de sus tumores, tras la hospitalización de su hermana.
El inicio de la tragedia
Antes de la muerte del patriarca, la familia Poblete Tapia iba todos los domingos a misa. Era una familia creyente y su padre, Vinicio, siempre les enseñó a temer a Dios y a perseguir el bien. El sueño de Leyla es ser monja, pero ha postergado su sueño por mantenerse junto a su familia. En ese tiempo vivían todos juntos, los padres junto a sus tres hijos. Todos trabajaban y aportaban para mantener la casa. Leyla y Vinicio (hijo) nunca se casaron y no tienen pareja, su núcleo familiar se mantuvo igual que cuando eran niños… hasta que su padre murió a los 76 años. Ahí todo comenzó a derrumbarse. Hoy su historia parece ficción.
Vinicio Poblete Vilches ingresó, por problemas respiratorios, al Hospital Sótero del Río el 17 de enero del 2001. Sufría de dos tipos de diabetes y aún así, fue operado del corazón. Pero según su familia, nunca autorizaron dicho procedimiento. Pero el documento que permitía la intervención tenía la firma de su esposa Blanca Tapia. El problema –que desconocían quienes alteraron el permiso- es que la señora Blanca no sabía ni leer ni escribir. Sólo seis días después, Don Vinicio fue dado de alta –en muy mal estado como cuenta su familia – y tuvo que volver a los dos días.
Menos de veinte días después, el 7 de febrero, llaman a la familia del Hospital para comunicarles que Vinicio Poblete Vilches había muerto de un paro cardíaco. Sin embargo, más tarde un certificado de defunción de la morgue, señalaba que la causa de muerte había sido un shock séptico y bronconeumonía bilateral. Por otro lado, una cinta pegada en el pecho del cadáver decía que había fallecido de un edema pulmonar. La familia, desconcertada pidió la realización de una autopsia, la cual fue negada por los médicos, como afirma Vinicio hijo.
Lo que vino después fue la búsqueda de justicia. Donde la viuda Blanca, junto a su hija Leyla acudieron al Centro Jurídico Gratuito de Yungay de la Universidad Bolivariana. Entablaron querellas criminales e incluso se ordenó la detención de dos de los médicos que trataron a su padre. La orden de aprensión contra el doctor Luis Gerardo Carvajal Freire, por el supuesto delito culposo de homicidio por negligencia médica, nunca se concretó. En los diversos reportes del Primer Juzgado Civil de Puente Alto, firmados por las magistrado Colomba Guerrero y luego por su reemplazante Francoise Giroux Mardones, se dice que la mayoría de los imputados no fueron habidos para declarar. Pese a que siguen trabajando en el mismo hospital.
La CIDH, una luz de esperanza
“Cuando recibimos la noticia (de que la CIDH había declarado admisible el caso) con mi hermana fuimos a darle gracias a Dios, porque al fin alguien nos estaba escuchando y se iba a hacer justicia por la muerte de mi padre”, afirma Vinicio Poblete. Esto sucedió en marzo del 2009, siete años después de iniciados los trámites.
Llegar a la Comisión no fue fácil. Poblete se enteró de su existencia por el diario e inmediatamente mandó una carta a la CIDH con su caso. Fueron meses de enviar cartas y luego años de llamadas y envíos de documentos. Al final llegó una respuesta esperanzadora de la CIDH: “La Comisión toma nota de que los hechos alegados ocurrieron en un hospital público y la información se encuentra en poder del Estado, por lo que este tenía la obligación y los medios para investigar lo denunciado”.
En la espera de justicia murió Blanca Tapia el 2003. Dos años más tarde, la muerte acechó a Vinicio Poblete… se le diagnosticó cáncer al riñón. Con ambos padres fallecidos y Vinicio con un cáncer –que luego terminó por jubilarlo– su hermana Leyla tuvo que tomar el mando y cuidar de sus hermanos.
En esa época los ingresos económicos de la familia se redujeron a tal punto, que para costear los tratamientos, el envío de documentos y la vida, tuvieron que comenzar a vender cosas… incluso la silla de ruedas de su hermano inválido. Frente a la crítica situación que hoy viven, Vinicio Poblete dice que “el Estado ha actuado con indiferencia, como si nosotros no fuéramos chilenos. No le importamos al Estado”.
Salud chilena arriesga condena
Si se declara finalizado el proceso de negociación amistosa, el abogado Sergio Espejo, solicitará a la Comisión que emita un informe. “Es una suerte de sentencia. Se establecen los hechos que ella considera se han dado por acreditados y se le plantea al Estado una serie de exigencias a cumplir”, afirma Espejo. En caso de que no las cumpla –en un plazo breve de meses – la Comisión presenta los antecedentes ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos y se inicia una demanda internacional.
Si esto sucede, sería la primera vez en la historia de la CIDH, que se establece que “en un país (Chile) se ha producido una violación al derecho a la salud de las personas”, afirma Espejo. Agregando que esto cambiaría “las condiciones de Chile respecto del Sistema Interamericano. Es una ralladura de pintura importante”. Si esto pasa a la Corte, Chile podría arriesgar una condena internacional por la mala calidad de sus servicios de salud pública.
Las denuncias ante la CIDH buscan que el Estado chileno “reconozca que se violó el derecho a la integridad física, el derecho a la salud y que se le denegó justicia a la familia”, dice Espejo y agrega que también se busca establecer medidas que aseguren que casos como este no se vuelvan a repetir.
La familia Poblete Tapia había solicitado una indemnización que incluía una serie de prestaciones que en total sumaban $50 millones. “Hemos planteado que se trata de una familia no sólo muy pobre, sino que con una situación de salud muy precaria. Por lo tanto, solicitamos que el Estado considerara prestaciones médicas”, asegura Espejo.
Con el dinero que reciban, si lo reciben, los hermanos Poblete quieren comprar una parcela en la Quinta Región “para que mi hermanito respire aire limpio”, dice Vinicio. Pero la energía se está acabando luego de 10 años de lucha incesante. Hoy el mayor de los Poblete explica con voz entrecortada y lágrimas en los ojos: “Desde lo que le pasó a mi hermana no he podido entrar a la iglesia… estoy perdiendo la fe. Estoy al borde de… cansado de sufrir. Porque en estos diez años no hemos tenido una gota de felicidad”.
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