Chile dio los primeros pasos hacia su  autodeterminación hace 200 años;  hoy, la distensión de las relaciones entre el Estado y el pueblo mapuche  parece ser el desafío más grande que el país suramericano debe  enfrentar. 
La dictadura militar de Augusto Pinochet dejó una huella tan profunda en  el imaginario colectivo internacional que la historia de Chile previa  al golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende terminó cayendo  en el olvido. Como si, entre el 18 de septiembre de 1810 –fecha en que  el país suramericano dio los primeros pasos hacia su autodeterminación  con la formación de su primera Junta de Gobierno– y el 11 de septiembre  de 1973, su alargado territorio hubiera estado inhabitado; como si  Allende y Pinochet hubieran salido de la nada.
Las victorias de Chile en guerras que culminaron con la anexión de  provincias peruanas y bolivianas a su territorio en el siglo XIX han  hecho difíciles sus relaciones con sus vecinos hasta hoy –Bolivia sigue  reclamando su acceso al mar–, pero la explotación y exportación de la  riquezas de esos suelos le dieron un impulso temprano a su economía. La  administración eficiente de sus recursos le dio estabilidad al aparato  gubernamental mientras buena parte de los países latinoamericanos  estaban enfrascados en guerras civiles recurrentes.  
Chile antes de Allende 
 
La democracia se consolidó en Chile entre 1932 y 1973 a pesar de sus  serias limitaciones. Cuando a las mujeres, los trabajadores del campo,  los analfabetas y los indígenas se les otorgó el derecho al sufragio en  los años setenta, se acentuó la polarización política que ya venía  creciendo desde la década de los cuarenta por la estagnación que afligía  a la economía nacional y la reducción de las posibilidades de  distribución de la riqueza. Esa polarización política fue la que  propició el ascenso de Salvador Allende a la presidencia de Chile.
Paralelamente a todos estos acontecimientos, la inmigración europea  promovida por el Estado chileno tras declarar su independencia de España  y la marginación de los habitantes originarios –práctica sistemática  heredada de la Colonia– tuvieron un impacto tan grande sobre el tejido  demográfico del país que los pueblos indígenas quedaron reducidos a una  minoría empobrecida cuya voz apenas se escucha cuando clama por que se  reconozcan y respeten sus derechos patrimoniales. De esa impotencia  deriva la violencia que hoy amenaza a Chile.  
El desafío más grande de Chile 
 
Los aimara, los atacameños, los quechua, los rapa nui, los kolla, los  alacalufe, los yámana, los diaguita y los mapuche no parecen haber sido  aceptados del todo como chilenos. Han sido combatidos por los  conquistadores europeos –el pueblo picunche se da por desaparecido–,  ninguneados por el Chile blanco y mestizo desde el siglo XIX ,  expulsados de sus tierras por el régimen pinochetista y, aunque  rescatados del olvido por el auge del indigenismo como movimiento  político, tratados con poca diplomacia desde 1990.
En su artículo Chile tras veinte años de Concertación, la  politóloga especializada en América Latina e investigadora de la  Fundación Ciencia y Política de Berlín (SWP), Claudia Zilla, enfatiza  que el país sólo podrá consolidar su posición de democracia ejemplar en  el continente americano si consigue reducir las desigualdades  socioeconómicas que lo aquejan, una vez superados los escollos que  trajeron consigo la crisis financiera global y el terremoto de febrero.  Pero la distensión de las relaciones entre el Estado y el pueblo mapuche  parece ser el reto más exigente que Chile tiene en sus manos al cumplir  sus primeros 200 años.  
Un Estado con cuentas pendientes 
 
“En el enfrentamiento con los mapuche hay mayor potencial de  conflicto que en la clásica lucha de clases socioeconómicas; la  desigualad social se deja resolver mucho más fácilmente que las  tensiones entre el Estado y los mapuche”, asegura Detlef Nolte, director  del Instituto de Estudios Latinoamericanos del GIGA, en Hamburgo,  agregando que, aunque es verdad que hay grandes desbalances en la  distribución de la riqueza nacional, los estratos más pobres de Chile  tienen un poder adquisitivo mucho mayor que hace veinte años.
“Su discordia con los mapuche es uno de los grandes problemas  irresueltos del Estado chileno, que todavía no ha encontrado una manera  de abordar el tema de sus derechos que sea satisfactoria para ambas  partes”, explica Nolte y sigue: “Los mapuche han sido discriminados  desde la época de la Independencia, sobre todo durante la dictadura  militar, cuando fueron expropiados de sus territorios, pero también  después de ella: en sus tierras se han construido centrales  hidroeléctricas y de sus bosques se saca un gran provecho económico”.  
La herencia de Sebastián Piñera 
 
“Los mapuches no están dispuestos a hacer concesiones de cara al  Estado chileno y éste no está en capacidad de darle a los mapuches la  autonomía que ellos aspiran tener; por eso hay tan poco espacio para la  negociación entre ellos”, dice por su parte Peter Imbusch, profesor de  Sociología en la Universidad de Wuppertal, autor de monografías  dedicadas a la política de los países latinoamericanos y co-editor del  libro Chile heute (Chile hoy) junto a Nolte. En su opinión, los mapuche no son ignorados, sino percibidos como un auténtico estorbo.
Según Imbusch, esta situación cambió muy poco durante los Gobiernos  de la Concertación de Partidos por la Democracia, la alianza de partidos  de centro izquierda que aglutinaron a la oposición de Pinochet y que  estuvo en el poder desde 1990 hasta marzo de 2010, cuando Sebastián  Piñera asumió la presidencia en representación de la Coalición por el  Cambio, una alianza de centro derecha. “Ahora que hay un nuevo  mandatario cabe aspirar a que él tome la iniciativa de acercarse a los  mapuche”, señala el catedrático de la alma máter de Wuppertal.  
Salida negociada o violencia asegurada 
 
“En el sur de Chile, donde viven los mapuche, este conflicto interno  puede volverse virulento en el curso de los próximos años. Y es que, así  como hay sectores de la población indígena que se han radicalizado y  están dispuestos a enfrentarse al Estado usando la violencia, el Estado  chileno se ampara bajo una legislación que data de la época de la  dictadura militar para reprimir las protestas de los mapuche; el Estado  chileno se percibe a sí mismo como una entidad unitaria que no puede  aceptar las exigencias particularistas de los mapuche”, sostiene Nolte.
Amnistía Internacional ha denunciado las múltiples formas de  discriminación de las que son víctimas los mapuche condenados por su  presunta participación en la ocupación ilegal de tierras o la  destrucción de instalaciones pertenecientes a empresas agrícolas y  forestales en La Araucanía, asiento de varios pueblos indígenas antes de  la llegada de los españoles. No hay garantía de que sus juicios sean  justos, ellos son objeto de procesos tanto en tribunales civiles como  militares –hecho que, por sí solo, alarma a las organizaciones de  derechos humanos en el mundo–, y se les sigue aplicando la poco  transparente Ley Antiterrorista.  
Chile bajo escrutinio 
 
Los agentes de seguridad hacen uso excesivo de la fuerza al dispersar  las manifestaciones de los mapuche y también durante la investigación y  detención de personas imputadas. Ya en 2005 la Corte Interamericana de  Derechos Humanos dijo reconocer que el Estado chileno tenía la  responsabilidad de hacer frente a los actos delictivos y mantener el  orden público, pero resaltó que estas tareas debían desempeñarse  “respetando todos los derechos garantizados por la Constitución e  instrumentos internacionales”. 
 
Imbusch advierte que sea cual sea el signo político de los Gobiernos  chilenos por venir, ninguno podrá seguirse dando el lujo de mantener una  actitud intransigente en esta materia: “Los mapuche han adquirido una  gran relevancia y mucha fuerza gracias al valor que se le ha dado a los  grupos étnicos originarios del mundo en los últimos lustros. Eso  significa que hay una opinión pública de escala internacional que estará  prestando atención a lo que el Estado chileno haga para integrar a los  mapuches al tejido social de la nación. Y lo que ha hecho hasta ahora en  ese sentido deja mucho que desear”. 
 
Autor: Evan Romero-Castillo
Editora: José Ospina-Valencia
Artículo Original
No hay comentarios.:
Publicar un comentario