lunes, 27 de julio de 2009

La cara oculta de Sebastián Piñera



El candidato de la derecha, Miguel Sebastián Piñera Echenique, puede ser comparado con nuestro “padre Gatica”, el que predica pero no practica. También es un buen ejemplo del dios Jano, ese de la mitología romana con dos caras: una que apunta a ser “simpático, popular y creíble” y la otra, la dura, esa que mira sus intereses y su poco claro historial. Piñera tiene un monótono y repetitivo discurso: “Soy hijo de un modesto empleado público y de mi padre heredé la vocación por el servicio público” .

¿Es eso tan cierto? O es acaso otra de las fábulas creadas por el aspirante al más alto cargo del país? Su padre, hombre por cierto respetable y respetado, de modesto empleado público no tenía nada, como sostiene con majadería el candidato a la presidencia de la república. Don José Piñera Carvallo, padre de Miguel Sebastian no ocupó cargos secundarios en la administración pública, sino Embajadas y otros puestos de alto nivel, entre ellos el más importante de CORFO, a la vez que era accionista de Lanera Tierra del Fuego y dueño de propiedades en el antiguo barrio Matadero, de Santiago.

a) Reo por defraudación.

No interesa que Piñera tenga mil, cinco o diez mil millones de dólares. Lo importante es conocer qué métodos utilizó para amasar la fortuna colosal que tiene. Es la única forma de saber si tiene o no los méritos para ser un candidato confiable, honorable y con vocación y que no es el ave de rapiña que espera caer sobre las arcas y empresas nacionales, como hizo en la época de Pinochet. La memoria colectiva es frágil y pocos saben de su poco claro inicio en el mundo de los negocios. Hagamos memoria: el año 1982 Eugenio Silva Risopatrón, representante de la SBIF, entabló demanda criminal en contra de Sebastián Piñera, a la sazón Gerente General del Banco de Talca, y algunos ejecutivos de esa entidad por los delitos de defraudación (estafa), infracción a la Ley de Bancos y otros cargos dañosos contra Piñera. En el 2º Juzgado del Crimen de Santiago se abrió la causa Rol Nº 99.971-6 El juez a cargo los declaró reos. Los otros encausados eran Miguel Calaf y Alberto Danioni, socios de Piñera, ya encarcelados por resoluciones del juez 2º del crimen y el ministro de la Corte de Apelaciones Luis Correa Bulo. Correa ordenó el arresto de Piñera. Los socios cumplieron penas de tres años de prisión pero el cabecilla se escondió por 24 días, hasta que la Suprema de la época acogió su recurso de amparo. Años después, el 20 de abril de 2001, la venganza del dios Jano se dejó caer sobre Correa Bulo, quien fue destituido de su cargo de ministro de la Corte Suprema. Si, lectores. Es el mismo Piñera que clama por probidad y transparencia, rasgando vestiduras por todo lo que no sea de su conveniencia. ¿Cómo operaban el “intachable emprendedor y empresario” junto a sus socios? Recordemos los hechos…

El capital y las reservas del Banco de Talca eran de 40 millones de dólares, en tanto que los autopréstamos otorgados a empresas de papel -creadas para su propio beneficio y de sus tres socios- sumaban 250 millones de dólares, irrecuperables según lo detectado por la justicia. Inventaron la friolera de 150 sociedades ficticias para un aprovechamiento indebido en beneficio propio y de sus amigos. Ahora, candidato y a 27 años de los hechos, trata de dictarnos reglas de una moral que para él pareciera no existir, con un discurso que ya cansa.

Tan grave como lo expresado y que retrata entero al pintoresco candidato es conocer que, según lo estampado en la misma querella, Piñera y socios habían creado IFINCO (Ingeniería Financiera y Comercial), empresa de asesorías externas que prestó servicios al Banco de Talca, cobrado sumas millonarias favor de ellos, precipitando la quiebra del Banco. Por mucho que el moderno “Padre Gatica” lo trate de desmentir, los hechos son hechos. Allí están configurados los delitos: en los juzgados y Corte. Encargados reos por estafa, los acusados apelaron, pero el día 9 de septiembre de 1982 (roles 428 – 82 y 430 – 82), la Corte de Apelaciones de Santiago rechazó de plano los recursos de amparo presentados por Sebastián Piñera y sus socios, confirmando las encargatorias de reo dictadas por el tribunal de primera instancia.

Los reos recurrieron a la Corte Suprema, en esos años sumisa servidora de la dictadura, con hechos conocidos por todos y de los que Piñera, candidato ahora, dice renegar. Esa Corte Suprema, que rechazaba, uno tras otro, los recursos de amparo interpuestos por los familiares de detenidos desaparecidos, acogió gentilmente la petición de Piñera Echenique, pero no la de sus asociados. Recordemos que el Presidente de la Suprema en 1982 era Israel Bórquez Montero, el mismo que expresó, con desatino, “los detenidos-desaparecidos me tienen curco”.

De lo expresado hasta aquí, es obvio de que Piñera está lejos de ser el “emprendedor y creador de empleos” como se presenta a si mismo y que sus comienzos están teñidos de fraude, engaños y mala fe. Pero, hay bastante más paño que cortar…

b) El mito de BANCARD-

Lejos de lo que cuenta la leyenda, Sebastián Piñera no fue el fundador de Bancard, sino sólo uno de sus socios minoritarios a partir de su relación con el Banco de Talca, en 1980. Esa empresa se había empezado a gestar mucho antes, según publicación del diario El Gong de 8 de octubre de 2005, según crónica escrita por Eduardo Silva de Balboa. Silva tituló su crónica “Qué me impide votar por Piñera”. En ella cuenta que en los 70 conoció a Mr. Weslow, presidente del Southeast Bank of Miami, quien le propuso hacer una sociedad para introducir en Chile las todavía desconocidas tarjetas de crédito. Viajaron a Chile con tal objetivo, entrevistándose con el entonces ministro Cauas y con Pedro Donoso Pinto, director del Banco de Santiago. Según relata Silva, se les pidió presentar un proyecto detallado, lo que hicieron una vez que constituyeron en 1975 la sociedad “Credichile-Sociedad de Crédito de Chile Ltda.”, en la Notaría Morgan. Iniciaron actividades ante el SII, organismo que les asignó el RUT 85.498.700-3 y entregaron el proyecto a Cauas, quien habría aducido razones de política económica para desecharlo. Silva de Balboa señala que, meses después de rechazado el proyecto, apareció una empresa presidida por Sebastián Piñera, llamada Bancard, copia exacta y calcada con puntos y comas de la entregada al ministro. Piñera, con su hermano José Ministro del Trabajo de Pinochet, habían logrado todo lo que les había sido negado a pretexto de ser “factor de inflación”.

Otra versión similar y mas conocida por la gente, es la de que el fallecido empresario Ricardo Claro habría enviado a Sebastián Piñera a los EE.UU. a explorar y conocer detalles del manejo de tarjetas de crédito en ese país, con idéntico final al relatado por Eduardo Silva. A causa del engaño, (por decirlo suavemente), Claro se vengó de Piñera destruyendo su primera candidatura a la presidencia al publicar, en vivo, la procaz conversación telefónica de Piñera con su amigo Pedro Pablo Díaz, dando origen al caso conocido como “Piñeragate”.

También se ha publicado una tercera, señalando que el abogado Sergio Castro Olivares, a nombre de su representado Miguel Calaf, querellado junto con Piñera, declaró en tribunales que fue el Banco de Talca el más fuerte impulsor y realizador de la idea, financiando los gastos de puesta en marcha y suscribiendo un 10% del capital inicial de esta sociedad, máximo permitido por la Ley General de Bancos en la época. Según registros de la Superintendencia de Valores y Seguros, la Sociedad Administradora de Tarjetas de Crédito Bancard S.A. fue autorizada, mediante decreto 540, para operar este tipo de medio de pago en Chile, en octubre de 1978. El extracto de la constitución y los estatutos aprobados para su funcionamiento fueron publicados en el “Diario Oficial” el 5 de enero de 1979.

Sea cual sea la verdad, lo que revelan todas las versiones es que el empresario Sebastián Piñera timó a unos u otros, usufructuando de las influencias familiares que le facilitaban acceder a las más altas esferas del gobierno militar. La verdad puede tardar pero siempre aparece, mostrándonos la verdadera catadura de los involucrados y el desparpajo con que se viste y presenta el candidato de la derecha.

c) Lan Chile

En abril de 1978, Jaime Amunátegui, Gerente de la empresa estatal Lan Chile decía: “Desde diciembre del 77, no hay déficit en operaciones, y desde que la actual administración asumió no le hemos pedido una chaucha a nadie, ni lo haremos dentro del país”. Sin embargo, la empresa se privatizó por “ineficiente”, cuando en verdad sólo se quería favorecer a influyentes personajes del régimen militar. No vamos a ahondar en como se privatizó. Lo concreto es que Piñera, junto con los Cueto es el controlador de la empresa, aun cuando demagógicamente haya “renunciado” al directorio. En su calidad de director de Lan, conoció de las utilidades a repartir (información privilegiada). Abusó de su posición, apresurándose a comprar 18 millones de dólares, correspondientes a 3 millones de acciones en acciones de Lan, a través de una de sus empresas llamada “Inversiones Santa Cecilia”, violando con descaro la ley Nº 18.045, que en su artículo 165 dispone: “ cualquier persona que en razón de su cargo, posición, actividad o relación tenga acceso a información privilegiada, deberá guardar estricta reserva y no podrá utilizarla en beneficio propio o ajeno, ni adquirir para si o para terceros, directa o indirectamente, los valores sobre los cuales posea información privilegiada”.

La SVS sancionó a Piñera con multa de UF 19.470; es decir unos 428 millones de pesos. El candidato pagó la multimillonaria multa sin chistar, con la finalidad de no darle más luz al gas, teniendo la opción de apelar. ¡Que buen ejemplo no da quien pretende ser Presidente…!

Piñera, para mas abundamiento, era Presidente de Lan cuando su empresa se coludió con otras compañías para hacer cobros indebidos en las tarifas de carga. Los organismos norteamericanos que velan para evitar las colusiones multaron a Lan con US$ 88 millones, que en pesos chilenos significan aproximadamente 52.800 millones. Del mismo modo y para no darle mas luz al gas, se pagó sin chistar esa inmensa multa, casi equivalente al último bono dado por la Presidenta Bachelet a los mas desposeídos de Chile: 1.700.000 familias… Sin comentarios.

Podríamos llenar páginas y páginas con los desaciertos y la avidez del candidato. Sólo finalizaremos indicando que ofrece crear un millón de empleos. Pocos saben de los intereses que vinculan a Piñera con “Salfacorp”, empresa que controla y en la que tiene Piñera el 17,8%. Recientemente, Salfacorp despidió a 1.500 trabajadores. ¿Habrá ingenuos que todavía le crean al empresario y representante de la derecha más dura de Chile?

Por: Ozren Agnic K.

Ingeniero Comercial y Escritor
Santiago, abril 22 de 2009

sábado, 4 de julio de 2009

La crisis moral de la República - Enrique Mac-Iver

hace un tiempo atrás leí este discurso y ante a incertidumbre que en nuestro país provoca el futuro volví a recordarlo y releerlo, me pareció muy interesante ver que no mucho ha cambiado en este país, lo que es muy inquietante...


Voy a hablaros sobre algunos aspectos de la crisis moral que atravesamos; pues yo creo que ella existe y en mayor grado y con caracteres mas perniciosos para el progreso de Chile que la dura y prolongada crisis económica que todos palpan.

Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan. La holgura antigua se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha en laxitud, la confianza en temor, las expectativas en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad.

No sería posible desconocer que tenemos mas naves de guerra, mas soldados, mas jueces, mas guardianes, mas oficinas, mas empleados y mas rentas publicas que en otros tiempos; pero, ¿tendremos también mayor seguridad, tranquilidad nacional, superiores garantías de los bienes, de la vida y del honor, ideas mas exactas y costumbres mas regulares, ideales mas perfectos y aspiraciones mas nobles, mejores servicios, mas población y mas riqueza y mayor bienestar? En una palabra: ¿progresamos?

Hace cinco anos se levantó el censo decenal de la República. El recuento de la población no fue satisfactorio, pues aparecía un aumento por demás pobre y en escala muy inferior a la de anteriores censos.

Se dijo que la operación era incompleta y defectuosa y hasta ahora no ha si do oficialmente aprobada. Con esto pudimos desentendernos de un hecho tan grave y revelador del estado del progreso del país; pero, en verdad, deficiencias y vicios considerables en el censo no se ven y sus cifras continúan manifestando que la población no aumenta por lo menos en el grado que corresponde a un pueblo que prospera.

Mas, si el numero de los habitantes de Chile no crece, o crece con desalentadora lentitud, en cambio el numero de contravenciones a la ley penal aumenta con inusitadas proporciones. Comienza a oírse que en Santiago, por ejemplo, se necesitan ocho jueces del crimen, el doble de los que existen para atender medianamente las necesidades del servicio.

En el verano último se me hizo notar un curioso fenómeno que acaecía en uno de los departamentos de la provincia de Maule, y que probablemente se vera también en otras regiones del territorio. Los pequeños propietarios rurales enajenaban sus tierras a precios ínfimos para asilarse en los centres de población, y lo hacían porque les faltaba seguridad para sus bienes y para su vida. El bandolerismo ahuyenta de los campos a los labradores, el agente principal de la producción agrícola, en un país que desde hace veinte años no sabe donde esta el fondo de sus cajas.

Hace poco daba alguien cuenta de otro hecho curioso que se presenta en Chile. El numero de escuelas ha aumentado; pero a medida que las escuelas aumentan la población escolar disminuye.

No sé si la enseñanza primaria sea mejor ahora de lo que fue en años atrás; ello es probable porque los maestros formados en nuestras escuelas pedagógicas adquieren conocimientos generales y profesionales más extensos, más completes y más científicos que los recibidos en otros tiempos. Por desgracia, ni la superioridad técnica de los maestros, ni la mejoría de los métodos modifican la significación del dato relativa a la matrícula escolar hasta el punto de que fuera posible sostener que adelantamos, que la ilustración cunde, que la ignorancia se va.

Pienso que no hay negocio público en Chile más trascendental que éste de la educación de las masas populares. Es redimirla de los vicios que las degradan y debilitan y de la pobreza que los esclaviza, y es la incorporación en los elementos de desarrollo del país de una fuerza de valor incalculable.

No me es difícil creer que la instrucción secundaria y superior se han generalizado considerablemente en los últimos tiempos, el número de personas ilustradas es más crecido ahora de lo que fue antes; se puede encontrar un bachiller hasta en las silenciosas espesuras de los bosques australes.

Pero, ¿será inexacto el hecho de que, estando mas extendida la instrucción y siendo más numerosas las personas ilustradas, las grandes figuras literarias y políticas, científicas y profesionales que honraron a Chile y que con la influencia de su saber y sus prestigios encauzaron las ideas y las tendencias sociales carecen hasta ahora de reemplazantes? Hemos tenido muchos hombres de la pasada generación de nombradía americana y aun europea, y me parece que nadie se ofenderá si digo que no acontece lo mismo en la generación actual.

Entre los elementos de progreso de una sociedad pocos hay superiores a la energía para el trabajo y al espíritu de empresa. Uno y otro se desarrollan con la educación y el ejemplo y con el ejercicio que es la gimnasia que los afirma y fortifica. Esa ha sido la principal fuerza del pueblo inglés y del pueblo americano, y, en general, del europeo del Occidente.

Ni de espíritu de empresa ni de energía para el trabajo carecemos nosotros, descendientes de rudos pero esforzados montañeses del norte de España. ¿A dónde no fuimos? Proveíamos con nuestros productos las costas americanas del Pacifico y las islas de la Oceanía del hemisferio del sur, buscábamos el oro de California, la plata de Bolivia, los salitres del Perú, el cacao del Ecuador, el café de Centroamérica, fundábamos bancos en La Paz y en Sucre, en Mendoza y en San Juan; nuestra bandera corría todos los mares y empresas nuestras y manos nuestras bajaban hasta el fondo de las aguas en persecución de la codiciada perla.

A la iniciativa, al esfuerzo y al capital de nuestros conciudadanos debemos los primeros ferrocarriles y telégrafos, puertos, muelles, establecimientos de crédito, grandes canales de irrigación y toda clase de empresas.

¿Podría con verdad afirmarse que el espíritu y la energía que entonces animaran a nuestro país para el trabajo se hayan, no digo fortificado sino siquiera mantenido?. ¿Significará algo el que hayamos perdido nuestra acción comercial e industrial en el extranjero y que el extranjero no reemplace en nuestro propio territorio? En general, ¿se gasta hoy actividad para la lucha de la vida y para crear fuentes de riqueza por medio del trabajo libre, o se ve una funesta tendencia al reposo enervante y la empleomanía?

Preguntas son éstas que todos pueden responder y las respuestas no serán tal vez satisfactorias para los que cuentan entre los elementos de apreciación del progreso de un país, la energía de sus habitantes para el trabajo, y el espíritu de empresa.

La producción en realidad no aumenta desde hace anos; si no fuera por el salitre, podría decirse que disminuye; la agricultura vegeta; la minería aun en estos días de grandes precios, permanece estacionaria; la incipiente manufactura galvanizada con el dinero público y con el sacrificio de todos, no prospera; el comercio y el trafico son siempre los mismos y el capital acumulado es menor.

¿Tenemos algunos rieles mas, algunas escuelas, algunos pocos miles de habitantes? Enhorabuena; ¿pero que importancia tiene esto para juzgar de nuestro adelanto, si esos centenares de rieles debieran ser millares, si esas docenas de escuelas debieran ser centenares y si esos pocos miles de habitantes debieran ser millones? ¿Y que vale ello delante de las obras publicas en ruinas, de la agricultura decadente, de las minas inutilizadas, del comercio anémico, de los capitales perdidos, del ánimo enfermo?

En el desarrollo humano el adelanto de cada pueblo se mide por el de los demás; quien pierde su lugar en el camino del progreso, retrocede y decae. ¿Que éramos comparados con los países nuevos como el Brasil, la Argentina, México, la Australia, el Canadá? Ninguno de ellos nos superaba; marchábamos adelante de unos y a la par de los otros.

¿Que somos en el día de hoy? Me parece que la mejor respuesta es el silencio. Y seria bien triste por cierto que nos consoláramos de la perdida de nuestro puesto preferente, con el poder militar, como se consolaban con su espada y sus pergaminos los incapaces que se veían desalojados por la actividad de los hombres de iniciativa y de trabajo.

No hay para que avanzar en esta somera investigación acerca del estado del país en lo que se relaciona con su progreso; importa mas preguntarse ¿por que nos detenemos?, ¿qué ataja el poderoso vuelo que había ornado la República y que había conducido a la mas atrasada de las colonias españolas a la altura de la primera de las naciones hispanoamericanas?

En mi concepto, no son pocos los factores que han conducido al país al estado en que se encuentra; pero sobre todos me parece que predomina uno hacia el que quiero llamar la atención y que es probablemente el que menos se ve y el que mas labora, el que menos escapa a la voluntad y el mas difícil de suprimir. Me refiero ¿Por que no decirlo bien alto?. A nuestra falta de moralidad publica; sí, a la falta de moralidad pública que otros podrían llamar la inmoralidad pública.

Mi propósito no es otro que el de señalar un mal gravísimo de nuestra situación, que participa más de la naturaleza de mal social que de mal político, con el objeto de provocar un estudio acerca de sus causas y sus remedies, y para el fin de corregirlo en bien de todos y no en beneficio de individuos, bandos o partidos.
Quiénes son los responsables de la existencia de ese mal, no sé; ni me importa saberlo; expongo y no acuso, busco enmiendas y no culpas. La historia juzgará y su fallo ha de decir si la responsabilidad por la lamentable situación a que ha ligado el país es de algunos o de todos, resultado de errores y de faltas, o de hechos que no caen bajo el dominio y la previsión de los hombres.

Quería decir también que la moralidad publica de la que hablo no es esa moralidad que se realiza con no apropiarse indebidamente los dineros nacionales, con no robar al fisco, con no cometer raterías, perdónenme la palabra. Tal moralidad que llamaré subalterna, depende de otra mas alta moralidad, y sus quebrantos los sancionan los jueces ordinarios y no la decadencia nacional y la historia.

Hablo de la moralidad que consiste en el cumplimiento de su deber y de sus obligaciones por los poderes públicos y por los magistrados, en el leal y completo desempeño de la función que les atribuye la carta fundamental y las leyes, en el ejercicio de los cargos y empleos, teniendo en vista el bien general y no intereses y fines de otro genero.

Hablo de la moralidad que da eficacia y vigor a la función del estado y sin la cual esta se perturba y se anula hasta el punto de engendrar el despotismo y la anarquía y como consecuencia ineludible, la opresión y el despotismo, todo en dario del bienestar común, del orden publico y del adelanto nacional.

Es esa moralidad, esa alta moralidad, hija de la educación intelectual y hermana del patriotismo, elemento primero del desarrollo social y del progreso de los pueblos; es ella la que formó los cimientos de la grandeza de los Estados Unidos y que se personalizó en un Washington; es ella la que condujo a nuestra República al primer rango entre las naciones americanas de origen español y que se personalice en ciertos tiempos, no en un hombre sino en el gobierno, en la administración, en el pueblo de Chile. Yo no admiro y amo el pasado de mi país a pesar de sus errores y de sus faltas, por sus glorias en la guerra, sino por sus virtudes en la paz. Sin estas tan inútiles como en los actuales tiempos el salitre, habrían sido para la prosperidad de la república los grandes descubrimientos mineros la creación de los mercados de California y Australia y las facilidades de la navegación que nos acercaron a todos los centros productores y de consumo.


Discurso sobre la crisis moral de la República, Santiago, 1900